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DELIA ZAPATA OLIVELLA, 'La bailarina eterna'

  • Foto del escritor: Anyer Lorena Mosquera Sánchez
    Anyer Lorena Mosquera Sánchez
  • 23 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Por: Anyer Lorena Mosquera Sánchez.


Siempre me he cuestionado por la ausencia de mujeres negras en la historia que nos cuentan, tanto de Colombia como del mundo, cuando tenemos mucho por decir, por escribir, por mostrar, por contar, nuestras voces no pueden seguir siendo silenciadas ni nuestros rostros borrados. En la academia es muy poco lo que escuchamos sobre ellas –sobre nosotras–, o casi nada, apenas si mencionan a algunas otras que en realidad no se parecen mucho a nosotras, sus historias de vida, sus culturas, sus tradiciones, sus costumbres son muy distintas a la nuestra y crecemos con conceptos vacíos como por ejemplo la importancia de la representación, el sentirme representada por otra como yo, sentirme identificada con ella, puedo tenerla a ella como punto de referencia en mi historia, en su historia o en nuestra historia.

Es indispensable conocer y dar a conocer las contribuciones de Delia Zapata Olivella como artista, bailarina, investigadora y su mayor aporte, la docencia, como docente consolidó la Licenciatura en Danzas y Teatro en la Universidad Antonio Nariño con el acompañamiento de la actriz y dramaturga Rosario Montaña Cuellar, quienes centraron su estudio en las tradiciones populares del país, legado para el patrimonio inmaterial de Colombia.

Delia nace en Lórica, Córdoba, era una mujer afro. Su figura era capaz de danzar con los aires de todas las músicas de las costas colombianas. Había nacido en un hogar mestizo, en territorio mestizo, desde donde se propuso entender el papel y los aportes de los negros –y negras– a la América, al lado de su hermano Manuel, con el que recorrió el país y el mundo mostrando las músicas y las danzas que había recogido, estudiado y montado con sin igual coreografía a lo largo de muchos años de esfuerzo.

Era afro y mujer porque no solo entendió el papel de los descendientes de africanos y lo asumió como tal, sino que fue una fémina rebelde que mostró caminos propios, en épocas en las que era muy difícil que ellas terminaran el bachillerato y por su propio rumbo se metieran como estudiantes de bellas artes y fueran tan independientes como lo había sido María Cano y Débora Arango –de quienes procuraré hablar más adelante, porque aunque la prioridad de este espacio es visibilizar aquellos aportes de mujeres racializadas, también existen otras no menos importantes que merece la pena conocer, estudiar e inspirar– y otras tantas que enfrentaron el destino de ser mujeres en un país, absolutamente desigual, machista y racista.

Su cuerpo como arte, acto político y revolución:


A Delia, su pensamiento artístico y de raíces africanas e indígenas la llevo a plantearse un modelo de enseñanza de las artes corporales, porque sus orígenes caribeños la motivaron a desarrollar una propuesta estética y cultural en la zona más fría del país, el epicentro de desarrollo cultural de la nación, lo cual le permitió estructurar un proceso metodológico de aprendizaje a partir del cuerpo y su significancia en las raíces culturales del país, ello fue posible por su trayectoria de 40 años en el ejercicio profesional de las artes escénicas.


La reconoció el país y el mundo, le hicieron el homenaje de un teatro anexo al Teatro Colón en Bogotá lleva su nombre ‘DELIA ZAPATA OLIVELLA’; fundó una escuela de danza con la que recorrió innumerables países.


De África a Colombia, el fin de sus días:


Fue bailarina, folklorista, profesora y difusora de las danzas del Caribe y el Pacífico colombiano, profesora de las Universidades Nacional, Central y Antonio Nariño, radicada desde 1954 en Bogotá. Ella y su hermano, Manuel Zapata Olivella, fueron pioneros en promover el folklore de las costas a audiencias urbanas no solo en Colombia, sino internacionalmente. La necesidad de conocer la raíz del floclor negro la llevó a tierras lejanas del continente africano.


Murió en 2001, luego de contraer una enfermedad en África donde se encontraba buscando las raíces africanas del folklore Colombiano. Pero ella, que había nacido en el trópico, no pudo salvarse del tropicalismo: en Bogotá no supieron detectarle un paludismo y se fue desplomando sin saber qué era eso que la mataba en medio de las peores fiebres.

El ejemplo de Delia Zapata Olivella tiene un valor inmenso como legado cultural, y también como actitud para los -y las- jóvenes de hoy, de todas las etnias y todas las razas. Aconsejaba a sus compatriotas “entregarse más al trabajo, porque no se puede defraudar a la gente”. Y pedía, en estos tiempos de terrible incertidumbre que vivimos, no perder la fe y la esperanza. La vida de Delia Zapata Olivella es una lección de grandeza que no debemos olvidar.


A las personas que tengan la oportunidad de leer este artículo, quisiera que en sus comentarios escriban si sabían de su existencia, quién era, qué hacía, si al menos por una vez escucharon su nombre, si es la primera vez que saben sobre ella y si tienen algún dato adicional sobre esta mujer agradezco su aporte.


Instagram: @ashe_historias


Bibiliografía:

Ministerio de Cultura. Dirección de poblaciones. República de Colombia. HISTORIAS MATRIAS. Mujeres negras en la historia.

DELGADILLO, MOLANO, Javier Alfonso. A la maestra Delia Zapata Olivella. Comunicación, Cultura y Política Revista de Ciencias Sociales. 2011.

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